Tsunami

La teoría pictórica o figurativa del significado plantea la hipótesis de que lenguaje y pensamiento tienen sentido y referencia porque son pinturas, figuras o representaciones de las cosas del mundo. Según esto, una "representación" sería una realidad que sustituye, imita o refleja a otra. El Guernika de Picasso, por ejemplo, representaría el paisaje de la población guipuzcoana después del bombardeo; El Niño de Vallecas, de Diego Velázquez, a la persona retratada; un mapa de las calles de Barcelona, pongamos por caso, al conjunto de calles de dicha ciudad; una partitura, a la música que podemos interpretar gracias a ella. La proposición "el maremoto acabó con la vida de cien mil personas" se refiere al estado de las cosas y nos dice algo acerca de ellas, cuadra con la configuración real de objetos en un estado de cosas; pero antes de esta proposición hubo otra oración que también representaba un estado (mucho más feliz) de las cosas: "el niño juega en la playa". El lenguaje, por tanto, decimos en estos casos, es pictórico; las oraciones son pinturas de estados de cosas. Cómo es posible que con el lenguaje o el pensamiento podamos referirnos a las cosas del mundo es una pregunta más en el umbral oscuro de las preguntas; en el fondo, esta pregunta también se refiere al estado de las cosas y nos dice algo de ellas, nos habla sobre ellas. Eso sí, su existencia no aplaca para nada la fuerza destructiva de las olas, no cambia el "sentido" del paisaje. Cuando el mar se retira definitivamente, mostrando la profundidad de las heridas, aprovechamos para construir nuevas oraciones que representen el estado de las cosas, elegimos sin tregua nuevas representaciones; pero lo que en verdad queda ante nosotros, después de la tragedia, es algo más que una simple desolación sin fondo. Si un cuadro, un mapa, una maqueta, una partitura, el lenguaje escrito o nuestro pensamiento, son representaciones de las cosas del mundo, entonces, podemos pensar, un calendario (presente en todo momento a estas alturas del año) es también una representación de un estado particular del mundo, una figura de una situación (en este caso, el tiempo) o un modelo de ella. Los signos numéricos, como otros signos, llevan en su seno la fuerza ambiciosa del futuro, la sombra de lo imprevisto, pero guardan, grabados en sí mismos, los restos más terribles del pasado; mejor, entonces, ignorar el calendario. ¿Cómo soportaríamos el eterno retorno de las fechas cuando, efectuado el recuento, comprobamos lo evidente de una ausencia? Aunque la imagen del satélite que representa la formación del tsunami tampoco servirá para aliviarnos miramos fijamente la figura buscando una razón que no se muestra; como pinturas, figuras o representaciones de las cosas del mundo, algunas fotografías acaban resultando verdaderas falsificaciones. Tras la observación, pasados unos segundos, la representación descubre el carácter cambiante de las cosas; las cosas, cuando el río de Heráclito rebosa, dejan de ser las mismas. En su nuevo ser renovado la representación sustituye, refleja o imita: el hablante pinta con palabras, decimos; el oyente, al escuchar, percibe cuadros. Pero la ausencia "representa" ahora la configuración lingüística del paisaje: el nuevo estado de las cosas. Y, a partir de este momento, recordará a la vieja representación ("el niño juega en la playa") como a una referencia carente de sentido, ahogada por las aguas desbordadas, aplastada por la arena de las estadísticas, asesinada por el calendario.
2 comentarios
Cristina -
Un abrazo
Cristina
itn -